Rehabilitación vivienda y Malevich. Luis Alberto de Cuenca, poeta

Emprendo las reformas integrales de los pisos con ilusión, la arquitectura de interiores me apasiona. En esta ocasión me enfrento a la reforma integral de un piso en el Casco Viejo de Bilbao, del siglo XIX (1865).

Vacié el piso de sus tabiques originales para crear huecos nuevos, espacios más abiertos, más habitables y receptivos, con tránsitos libres de obstáculos. Voy de la mano del espíritu de Jorge Oteiza y su concepción espacial y de Malevich, escuchando a las paredes para crear planos de color como vibración en un momento dado donde considero que está bien detener el muro.

Las fases de la obra fueron, el derribo, reconstrucción y ocupación del nuevo espacio con el mobiliario. Recorro los espacios una y otra vez, y cuando me quedo sola me concentro para interpretar con calma las nuevas estancias que van a surgir, después de haber hecho un proyecto aceptado por el cliente, con los nuevos trazados. Cuando se levantan las paredes, empieza la magia.

En las fotografías de este post he intentado reflejar el desarrollo de la reforma. El piso había sido mitad vivienda, mitad taller de relojería. Como si se hubiera parado el tiempo todavía quedaban muebles antiguos, cajones medio abiertos, herramientas del relojero, y cajas para relojes en la pared. Allí permanecía un relato de vida de los antiguos dueños, me impresionó.

El derribo de la tabiquería siempre es traumático; la cantidad de sacos de escombro que se acumulan es inimaginable. Observo y convivo con el gremio que lo realiza y me doy cuenta lo poco que se les agradece este trabajo, tan duro. Los gremios que trabajan en mi equipo son para mi como otra familia, nunca dejo de reconocer su profesionalidad, su disciplina, su entrega. No me canso de darles las gracias.

Cuando descubrí los pilares y vigas de roble, y se empezó el rastrelado del suelo, el espacio se cargó de una intensa teatralidad con su propia belleza. Hice unas fotografías y al volcarlas en el ordenador incorporé las figuras de Malevich, y ellas solas empezaron a recorrer el espacio, a observarlo…

La planta del piso era difícil por los pasillos y sus muchas habitaciones, pero de lo complicado surgen nuevas posibilidades. En un ensanchamiento del pasillo se me ocurrió que podía ser un lugar de juego y de lectura para los niños. Pinté un tramo de la pared en azul, coloqué cinco lámparas de papel como si fueran nubes, y en el suelo una moqueta verde como si fuera el césped.

En la casa dominan los colores blanco, amarillo y negro en la parte delantera; y en la parte trasera en las habitaciones de los niños y cocina utilizo otros colores. También se define el estilo del piso con alfombras y suelos cerámicos con dibujos geométricos en blanco y negro. El ambiente que se respira es de alegría acompañado con muchas plantas. La mayor parte del mobiliario es de IKEA, Maisons du Monde, Bois et Fer y Zara Home. Busco cosas asequibles, luego depende cómo lo sepas combinar. A la iluminación le doy mucha importancia. Proyecto en el techo las luminarias siempre teniendo en cuenta su correspondencia con la planta de distribución. Nada está colocado sin haberlo pensado y medido con anterioridad. Cuando se encienden las luces es el momento de mayor emoción. Los leds son un auténtico descubrimiento lleno de posibilidades y de sorpresas.

Kasimir Malevich nació en Kiev 1878 y murió en Leningrado en 1935. En este párrafo tan breve sobre él, sólo me asomo a su figura clave de la vanguardia europea. Un pintor de gran talento, diseñador de vestuarios y escenografías para obras de ópera y teatro como en la obra «Victoria sobre el sol» de Matushin en la que forma parte su cuadro emblemático » Cuadrado negro». Lo he incorporado a la composición que le dedico. Ese cuadrado negro, cuadro vacío, la «nada liberada», rodeado de blanco como si fuera su marco, presidió su entierro como estandarte.

Se interesó por los Impresionistas, pero enseguida se definió por sus composiciones esquemáticas, sólidas. En 1907 descubre a Picasso pero al pintor que admiraba era a Cézanne con su geometría. Para Jorge Oteiza, Cézanne fue el maestro del Cubismo desde el momento que en su bodegones pintaba los vasos como «cilindros abiertos», ya se estaba anticipando a las «unidades abiertas y livianas» de Malevich. Oteiza tiene una escultura en «Homenaje a Malevich» construida con cuatro unidades.

En 1915 nace el movimiento Suprematista y Malevich en la exposición «Última Exposición Futurista: 0,10» expone 39 obras abstractas, pintura plana compuesta con el mínimo de elementos representados por el cuadrado, el círculo y la cruz.

La composición se la dedico a Malevich. He utilizado objetos de mi estudio, una casita vacía de estructura metálica negra, tres casitas de madera como las que pinta Malevich en sus paisajes, y sus cuatro personajes vestidos de colores «Los deportistas» (1928-1930) que han deambulado por la casa, acompañados del poema de Luis Alberto de Cuenca que me hace temblar el alma. Desde que Oteiza me lo descubrió he seguido las exposiciones dedicadas a Malevich siempre que he podido; es mi referente para el estudio espacial en mis diseños gráficos y maquetación de libros. El negro es el color de mi ropa. No sé por qué, quizá es mi refugio, mi protección.