Los árboles y Frida Kahlo

Paseo hasta el parque de mi ciudad para estar un buen rato rodeada de árboles. Me acerco y los abrazo. En la textura de la corteza de su tronco está escrita su historia, su crecimiento progresivo va dejando huellas diferentes, la lectura de ese tronco es un libro abierto. Me gusta su silencio, su manera de estar, lo ofrecen todo a cambio de nada. Les doy las gracias por el mero hecho de existir, para mí son sagrados. Siempre cerca del ser humano a lo largo de los tiempos, son fuente de energía y de alimentación, trabajan de una manera generosa para devolvernos el oxígeno necesario para nuestra respiración, filtran por el entramado de sus hojas todo lo que es contaminante para nosotros, acogen y alimentan a animales y aves, son parte fundamental del ecosistema. Pero es terrible el maltrato hacia ellos, deteriorando los bosques y selvas, con talas incontroladas, incendios provocados; con estas acciones se pone en peligro el equilibrio natural del planeta. Aunque también para el hombre el árbol ha sido y sigue siendo un referente simbólico y religioso.

En una zona en la que hay árboles de diferentes especies, me sitúo debajo de sus ramas para hacer unas fotos justo cuando sale el sol. Me atrae muchísimo cómo se dibujan las ramas en el cielo. Un entramado de líneas llenas de expresión se entrecruzan como una explosión de ramitas en la copa de un árbol, recordándome al autorretrato que se hizo la pintora mexicana Frida Kahlo, y que tituló «Pensando en Diego». Empiezo este blog con su cuadro «Retrato de Luther Burbank», significativo por ser uno de sus temas favoritos: el nacimiento de una nueva vida a través de la muerte.

Frida Kahlo, pintora mexicana, nace en 1907 y muere en 1954. Me impresionan sus autorretratos. Tuvo una infancia feliz, y admiraba a su padre, pintor y fotógrafo, un hombre muy tierno; todo cambió cuando Frida enfermó a los 6 años de poliomielitis. Su padre le animaba, para su rehabilitación, a que hiciera mucho ejercicio de gimnasio. En 1925 en un accidente de coche resultó gravemente herida. A partir de ese momento su vida estuvo llena de dolores de espalda y del traumatismo en su pie derecho. Durante su convalecencia empezó a pintar; le colocaron un espejo en la parte inferior del baldaquino de su cama, y el tema de sus cuadros eran sus autorretratos; ella decía: «Me retrato a mí misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el motivo que más conozco». Refleja en sus composiciones el arte popular mexicano de una manera surrealista.

Su vida ligada al pintor muralista mexicano Diego Rivera, marcó toda su existencia. Sufrió por la imposibilidad de ser madre y por la relación tormentosa con Rivera. Se separa de su marido en 1939 y dice: «No volveré a aceptar dinero de un hombre mientras viva». Frida viaja a París en 1930 y conoce a Marcel Duchamp, que le ayudó a situarse en el ambiente de los pintores surrealistas. En 1940 viaja a San Francisco y se pone en las manos del Dr. Eloesser para curar su espalda y su mano derecha. Empezó a escribir y a dar clases de pintura, con un método poco ortodoxo, sólo le interesaba el estímulo que podía transmitir a sus alumnos. Hace exposiciones pero no es reconocida hasta 1942 que le nombran miembro del Seminario de Cultura Mexicana.

Frida era una mujer bella, de extraordinaria personalidad, vestía de una manera muy personal con faldas largas mexicanas para ocultar su enfermedad; su aspecto resultaba exótico. En sus autorretratos mira al espectador; sus cejas muy pobladas, las acentuaba dibujándolas sobre el nacimiento de su nariz; en sus ojos se puede descifrar sus estados de ánimo. Pintó hasta sus últimos días ayudándose con analgésicos.

En su homenaje hago dos composiciones, una de ellas con su retrato y unas flores de mi madre.